top of page

LA LECCION QUE APRENDEMOS EN TU ESCUELA SEÑOR

 

“Te veo buen Jesús gritando y llamando a todo el género humano: ‘Venid a mí y aprended de mí´ ¿Cuál es la lección que venimos a aprender en tu escuela? ‘Que soy sencillo y humilde de corazón´” San Agustín.

 

Con razón Jesús había pronunciado duras sentencias hacia los bienes materiales: “le es más fácil pasar a un camello por el ojo de una aguja que a un rico entrar al reino de los cielos” o “no se puede servir a dos señores”. Pero a no mal interpretar la intención de Cristo respecto a estas palabras pues sabemos también que cada trabajador es merecedor de su paga.

 

Entonces dónde está la problemática de todo ésto? Pues tampoco debemos ser tan eruditos para conocer el verdadero problema que es el amor y/o dependencia desordenada de estos bienes, o logros, o riquezas.

Cuando depositamos nuestra esperanza, nuestra fé, en los bienes que poseemos es donde se desvirtúa la gracia que Dios puede obrar, hasta materialmente, en nuestras vidas. El mismo Jesús lo decía: “sencillos y humildes de corazón” pues es ahí donde comienza a germinarse el germen que termina pudriendo nuestro proceder.

 

Por eso que no sea motivo de desgana o desmotivación para nosotros las advertencias hacia las riquezas, que ese no es el mal puntual. No estamos llamados a la mediocridad. Tenemos un Dios de excelencia que da en abundancia.

 

Busquemos a ese Dios pues, no a lo que él pueda darnos, sino a él mismo. Y si bien ello implica un enamoramiento por él, no es exclusiva dependencia de lo que podamos sentir por él lo que nos hará llevar esa relación sana con él sin depender ni desvirtuar sus gracias, sino que ese equilibrio lo conseguiremos con una disciplina espiritual aplicada concretamente en el caminar diario.

 

El conocimiento de su palabra, la vida unida a la comunidad cristiana (La Iglesia) y la nutrición del espíritu a través de los sacramentos son acciones concretas que se deben acompañar con la oración, jamás una de ellas por si solas, siempre juntas, “Oración-Acción”. Solo así podremos disfrutar de las gracias que Dios, nuestro Padre, quiere darnos sin que corrompamos esas bendiciones tornándolos en maldiciones.

 

Pidamos en oraciones ese equilibrio espiritual y mental, pero también hagamos cosas concretas que nos permitan vivir realmente así y no que termine en solo deseos o conocimientos no aplicados.

 

Y como primera lección aplicable tenemos el seguir los pasos de Jesús, y he aquí las palabras de aquel santo tan proverbial como lo fue San Agustín;

“Te veo buen Jesús gritando y llamando a todo el género humano: ‘Venid a mí y aprended de mí´ ¿Cuál es la lección que venimos a aprender en tu escuela? ‘Que soy sencillo y humilde de corazón´”

 

 

 

 

Para el uso de éste articulo por otras fuentes, el siguiente crédito es requerido:

Material producido por r.c Revolución Cristiana Paraguay

bottom of page